Durante años, los neobancos se han presentado como el reverso moderno y ágil de la banca tradicional. Nacidos en el mundo digital, sin oficinas ni intermediarios físicos, estas entidades han conquistado a millones de usuarios con promesas de simplicidad, transparencia y control financiero desde el móvil. Sin embargo, en un movimiento que puede parecer contraintuitivo pero que responde a lógicas de mercado, los bancos digitales están empezando a pisar terreno físico.
No hablamos de oficinas bancarias convencionales. La incursión en el mundo físico se está dando en formatos híbridos y poco convencionales: kioscos bancarios en supermercados, espacios de asesoramiento en centros comerciales o pop-ups integrados en coworkings y zonas de alta afluencia urbana. Una estrategia que, lejos de contradecir su ADN digital, busca reforzar su presencia omnicanal y conectar con segmentos de usuarios que aún demandan interacción presencial.
¿Por qué los neobancos se hacen físicos?
Aunque la banca digital ha ganado terreno en velocidad y funcionalidad, sigue enfrentando ciertos límites estructurales: dificultades para captar a usuarios senior o poco digitalizados, barreras de confianza en operaciones complejas y necesidades no cubiertas cuando se trata de manejar efectivo o recibir orientación cara a cara.
Según McKinsey, más del 28 % de los usuarios aún prefiere el contacto presencial en gestiones sensibles como inversiones, hipotecas o resolución de incidencias complejas. La respuesta de los neobancos ha sido una estrategia «phygital?»: mantener lo mejor del mundo digital mientras se crea un puente físico que ofrezca cercanía, soporte y una experiencia integrada.
Kioscos en supermercados: banca mientras haces la compra
Uno de los modelos más avanzados es el de TymeBank, que opera en más de 500 kioscos bancarios en cadenas de supermercados en Filipinas y Sudáfrica. Estos puntos permiten abrir cuentas, realizar depósitos o recibir asesoramiento básico en tiempo real, todo dentro de un entorno cotidiano y sin necesidad de una sucursal bancaria tradicional.
El impacto ha sido notable: su tasa de activación de usuarios pasó del 10 % al 27 %, demostrando que la presencia física en contextos de conveniencia puede ser decisiva para transformar la intención digital en conversión real.
Centros comerciales y coworkings como nuevos hubs financieros
En Europa, bancos como N26, Revolut o Imagin están explorando activaciones físicas temporales en centros comerciales y espacios colaborativos. Estos puntos actúan como laboratorios de experiencia: se puede desde contratar una cuenta premium hasta recibir formación financiera personalizada o probar nuevas funcionalidades de la app. Todo en un entorno diseñado para generar engagement con públicos urbanos, jóvenes y tech-friendly.
Estos espacios no sólo cumplen una función comercial, sino que también refuerzan la marca y permiten establecer un contacto más emocional con el usuario. Un modelo que recuerda a lo que ya sucede en otros sectores del retail, como el tecnológico o el lifestyle.
La banca entra en el retail: kioscos financieros en tiendas
La integración de servicios bancarios básicos dentro de flagships de moda, grandes almacenes o superficies de conveniencia también empieza a consolidarse. Se trata de pequeños stands, tablets o pantallas desde donde el cliente puede gestionar su cuenta, contratar productos o resolver dudas a través de videollamada o asistentes conversacionales.
Este modelo, además de ampliar los puntos de contacto, permite activar usuarios en el momento más propicio: durante una experiencia de compra positiva, relajada y sin fricciones. Es también una forma de captación pasiva, donde la banca acompaña al consumidor en su vida cotidiana sin interrumpirla.
Omnicanalidad estratégica: confianza y proximidad sin fricciones
El gran reto de esta estrategia phygital es lograr que los canales físico y digital se integren de manera fluida. El usuario debe poder comenzar un trámite en la app, recibir apoyo en el punto físico y finalizarlo online sin repetir datos ni cambiar de interfaz.
Esto implica no sólo inversión tecnológica, sino también una redefinición del rol del espacio físico: ya no como centro transaccional, sino como punto de conexión emocional y soporte estratégico. Un lugar donde la marca cobra vida y el usuario se siente acompañado, incluso en un ecosistema nativo digital.
El retail como aliado natural
Este giro de los neobancos hacia lo físico no es un retroceso, sino un paso adelante en la lógica del retail experiencial. Igual que las marcas digitales nativas están abriendo tiendas efímeras o corners en grandes almacenes, la banca digital busca integrarse en espacios de vida y consumo.
Los supermercados, coworkings y centros comerciales ofrecen el entorno perfecto para esa interacción híbrida, donde lo financiero se entrelaza con el estilo de vida. En un contexto donde los datos, la confianza y la conveniencia lo son todo, el punto físico vuelve a ser clave. Pero esta vez, sin colas, sin oficinas, y con pantallas táctiles.