La idea de devolverle dinero al cliente después de comprar ya no suena a una argucia bancaria ni a una promoción encubierta. En el new retail, el cashback? ha ganado una segunda vida como táctica refinada de fidelización. Es una técnica digital, medible y emocionalmente poderosa. Su promesa no es la del ahorro inmediato, sino la del retorno inteligente, capaz de activar una nueva compra incluso antes de que el cliente haya salido de la tienda.
Lejos de ser un truco de última hora, el cashback se está consolidando como un mecanismo para fortalecer la relación entre marca y consumidor, alimentar el ciclo de recompra y recoger datos sobre los hábitos de consumo. Y lo más importante: lo está haciendo con una percepción de valor percibido mucho más alta que la del típico 10% de descuento.
Cambia la lógica del descuento
A diferencia de las promociones clásicas, que afectan directamente al margen en el momento de la venta, el cashback funciona como una recompensa diferida, que el cliente puede utilizar en el futuro. Esa simple diferencia transforma la experiencia: convierte el acto de compra en una inversión con retorno, tanto para quien compra como para quien vende.
La clave está en su diseño: bien aplicado, el cashback incentiva la recurrencia, activa el canal digital, mejora la retención y permite a los retailers tener más control sobre el cuándo y cómo recompensan al consumidor. Y todo ello sin necesidad de erosionar precios o banalizar la propuesta de valor de la marca.
Casos reales que funcionan
Grandes retailers han incorporado con éxito la estrategia del cashback en sus programas de fidelización, integrándolo en sus esquemas omnicanal.
Por ejemplo, Carrefour ofrece el ChequeAhorro, un saldo acumulable por compras en alimentación, carburante y otros servicios (energía, seguros…). Además, con la tarjeta ClubPASS, se consigue una mayor acumulación: hasta un 2% en alimentación y un 1% en compras fuera de Carrefour, incluyendo opciones de financiación.
Alcampo, por su parte, recompensa las compras con saldo acumulado en la tarjeta Club Alcampo, que puede canjearse en futuras compras en supermercados e hipermercados.
En el caso de DIA, el programa Club DIA permite acumular dinero en “Mi Monedero” mediante promociones, acuerdos con empresas asociadas o juegos en la app. Este saldo se puede usar tanto en tiendas físicas como en la tienda online.
Y al margen de los grandes supermercados, otras marcas como Repsol cuentan con otros sistemas. En este caso, su app Waylet permite ahorrar saldo con cada repostaje o uso en estaciones de servicio, recargas eléctricas o facturas de energía, además de ofrecer descuentos por litro adicionales y permitir gastar ese saldo en una amplia red de establecimientos.
Del incentivo al dato: la verdadera recompensa
Lo que hace especialmente valioso al cashback, al margen de incentivar la repetición de compra, es su capacidad para generar datos accionables. Cada transacción vinculada al programa se convierte en una oportunidad para entender mejor al cliente, afinar la segmentación y personalizar futuras comunicaciones o promociones. Ahora que los datos propios (first-party data) son el activo más codiciado, esta funcionalidad convierte al cashback en una mina de valor.
Pero su potencial no termina ahí. Cuando se integra con estrategias de Retail Media, el cashback permite cerrar el círculo entre exposición, conversión y fidelización. Si una marca puede medir qué retorno genera una campaña en el entorno digital del retailer —y premiar esa compra con saldo futuro—, se convierte en una fórmula de marketing full-funnel? con resultados medibles y escalables.
¿Tendencia o nuevo estándar?
Según proyecciones recogidas por Research and Markets, el mercado español de programas de cashback superará los 8.700 millones de dólares en 2029, creciendo a una media del 10,7% anual. Todo apunta a que esta herramienta dejará de ser una alternativa para convertirse en parte del estándar de fidelización del retail.
Y es que el cashback representa una promesa simple pero poderosa: comprar tiene recompensa. Y esa recompensa, cuando se convierte en dato, en experiencia y en retorno, es lo que hace que el cliente vuelva.