En el corazón de Madison Avenue, Dolce & Gabbana ha marcado las pautas de lo que son las nuevas flagships. Su nueva boutique de cinco plantas y más de 5.900 metros cuadrados es mucho más que un espacio para vender moda, joyería o muebles. Se ha convertido en un escenario donde la marca despliega toda su identidad sensorial. En este templo neoyorquino, cada rincón cuenta una historia y cada detalle estético está diseñado para que el cliente se sienta parte del universo D&G.
Pero esta firma de lujo no está sola. En 2025, otras como Dior, Zara, Calvin Klein, Mango, Camper… están impulsando una nueva era de retail físico. Desde Tokio hasta Berlín, pasando por Nanjing, París o Madrid, las marcas vuelven a apostar por tiendas físicas con más fuerza que nunca. Y lo hacen con un objetivo claro: reconectar emocionalmente con el consumidor, desde el diseño arquitectónico hasta la experiencia digital in-store.
El regreso de la tienda como emblema
La pandemia aceleró el e-commerce, pero también puso de relieve algo que el consumidor no está dispuesto a perder: la experiencia física. Hoy, tras un ciclo de saturación digital, las marcas entienden que la tienda no es una alternativa al online, sino su mejor aliada.
En ciudades como Madrid, la demanda por locales «prime» ha disparado los precios y reducido la disponibilidad a mínimos históricos. Aun así, las marcas están dispuestas a invertir millones en espacios que funcionan como escaparates experienciales, centros de contenido, hubs de comunidad y, por supuesto, puntos de venta.
Y es que, aunque construir una flagship? cuesta (los alquileres en Nueva York o Londres pueden superar los 4 millones de dólares anuales), la apuesta merece la pena. Porque el retorno de la inversión no se mide únicamente en ventas. Estas tiendas generan contenido, fidelidad, cobertura mediática y una relación directa con el consumidor que el e-commerce, por sí solo, no puede ofrecer.
Experiencias que superan la compra
Las flagships actuales tienen poco que ver con las tiendas convencionales. Son espacios inmersivos, multisensoriales y muchas veces firmados por arquitectos o directores creativos de renombre. Incluyen cafeterías, servicios de personalización, talleres, eventos en vivo y tecnología de última generación.
Por ejemplo, Dior ha abierto en Nueva York la «House of Dior«, cuatro plantas que incluyen spa, colecciones completas y diseño firmado por Peter Marino. Thom Browne ha creado una doble boutique en Madison Avenue que parece una escena teatral. Camper ha apostado por un brutalismo elegante en su flagship de Serrano, en Madrid, diseñada por Achilles Ion Gabriel. Zara también ha abierto flagships tanto en Los Ángeles como en Nanjing, donde incorpora café propio y estudio de contenido.
Y la lista sigue: Calvin Klein en Tokio, Marimekko en París, Mango en Berlín, Stone Island en Hangzhou, Acne Studios en Tokio, Arket en Dublín… Incluso MediaMarkt prepara en Barcelona su mayor tienda «Lighthouse» para 2026.
Qué tienen en común las nuevas flagships
Lo que une a todas estas flagship stores es una ambición compartida: convertirse en referentes urbanos que expresen la identidad de marca desde el espacio físico. Todas apuestan por ubicaciones icónicas y arquitecturas impactantes, donde el diseño emocional crea una experiencia única e inolvidable. El cliente no entra solo a comprar, sino a sumergirse en un entorno donde puede personalizar productos, descansar en un lounge o asistir a un evento.
Tecnología y sostenibilidad se integran como pilares esenciales. Desde la recogida de pedidos online hasta la realidad aumentada, estas tiendas multiplican las posibilidades del concepto de experiencia phygital. Y lo hacen sin olvidar el compromiso medioambiental: materiales reciclados, iluminación eficiente, procesos constructivos responsables.
Y lejos de limitarse a vender, las nuevas flagships se comportan como espacios culturales y sociales. Algunas funcionan como híbridos entre tienda, galería y restaurante; otras adoptan formatos efímeros para testear nuevos mercados o generar expectativa. En muchas, la co-creación con clientes o artistas transforma el punto de venta en escenario colaborativo.
Estas tiendas cuentan historias, generan comunidad y alimentan el imaginario de marca. Son, en definitiva, un nuevo lenguaje del retail.